La datación del Éxodo (parte III): La fecha tradicional

En la tercera y última parte de la serie sobre la fecha del Éxodo trataré la hipótesis propuesta por la escuela maximalista que entiende el relato bíblico como una fuente histórica de hechos reales. En el campo de la arqueología bíblica en ocasiones se considera los defensores de la fecha tradicional como fanáticos religiosos con poco rigor científico. Aunque puede ser cierto que haya habido personajes con estos atributos, la verdad es que hoy en día el trabajo de los académicos maximalistas es altamente minucioso, justamente porque saben que sus artículos y publicaciones serán criticados a gran escala por el bando opuesto.

Los maximalistas, o los de la fecha tradicional o fecha temprana, sitúan el Éxodo en el 1446 a.C. según el texto bíblico. Esta fecha se basa principalmente en 1 Reyes 6:1 que explica que Salomón comenzó a construir el Templo de Jehová 480 años después del Éxodo. Haciendo una lectura más profunda entendemos que en realidad eran 479 años, y si al cuarto año de Salomón (967 a.C.) le añadimos 479 obtenemos el año del Éxodo según la fecha tradicional, 1446 a.C. Ya vimos en la parte II como otros pasajes consecuentemente sitúan el Éxodo en esta fecha (1 Crónicas 6:33-37) o la entrada a la Tierra Prometida alrededor del 1406 a.C. (Jueces 11:26), 40 años después del Éxodo según el relato bíblico (Deuteronomio 1:3).

Todo esto demuestra que la cronología en el relato bíblico es perfectamente coherente, ¿pero como responde a la arqueología y otros datos físicos sacados de la tierra?

Oponentes del maximalismo caen a menudo bajo la suposición equivocada de que una invasión israelita dejaría una importante capa de destrucción en las ciudades conquistadas. En realidad, la Biblia sólo especifica que tres ciudades fueron devastadas por fuego bajo el mando de Josué: Jericó (Josué 6:24), Ai (Josué 8:28) y Hazor (Josué 11:11). Entonces, ¿existe evidencia arqueológica de destrucción de estas ciudades a finales del siglo XV a.C.?

Aquí no entraré en detalles, pero la respuesta maximalista es que sí la hay. En Jericó, a pesar de la datación de Kathleen Kenyon y la escuela minimalista de una destrucción masiva de la ciudad en 1550 a.C., una extensa revisión del material arqueológico por Bryant Wood no solo fecha la destrucción a finales del siglo XV a.C., sino que también la sitúa después de la cosecha, confirma que los muros cayeron, y que la ciudad no fue expoliada, de acuerdo al relato bíblico. Las excavaciones en Khirbet el-Maqatir recientemente identificada con la Ai bíblica, han mostrado una destrucción por fuego de la ciudad según la Biblia, igual que en Hazor, donde arqueólogos han expuesto la destrucción de templos y restos de conflagración. Los maximalistas sitúan esta destrucción en el siglo XV a.C., mientras que los minimalistas datan la destrucción un poco antes.

El hecho de que los israelitas no arrasaran todo lo que conquistaban tiene sentido si se tiene en cuenta una de las promesas de Jehová a los israelitas, que en la Tierra Prometida vivirían en ciudades que no había construido (Deuteronomio 6:10-11, Josué 24:13). Al conquistar la tierra, algunos se instalaron en los edificios de las ciudades invadidas y aprovecharon la infraestructura ya existente, mientras que otros siguieron con el estilo de vida seminómada al que se habían acostumbrado durante los 40 años en el desierto. Algunos pasajes bíblicos indican que había israelitas viviendo en tiendas aún en la época de Samuel y David (1 Samuel 13:2).

Esto concuerda con el cambio cultural en el material arqueológico distinguible a partir de aprox. 1200 a.C. que los minimalistas interpretan como el surgimiento de la cultura israelita a partir de pueblos cananeos indígenas. Si los israelitas entraron en Canáan alrededor del 1400 a.C., pero seguían viviendo en tiendas, la huella arqueológica sería mínima. Hasta que después de 200 años se asentaron, quizás por causa económicas. Este es el periodo de transición de la Edad de Bronce Tardía (LB) urbana a los asentamientos agricultores de la Edad de Hierro (IA I), una evolución común en todo el Mediterráneo.

Pero queda una última cuestión en cuanto al Éxodo. Si realmente sucedió, ¿quién fue el faraón del Éxodo? En la cronología egipcia no hay ningún faraón que murió en el año 1446 a.C. pero la escuela maximalista ha conseguido elaborar una respuesta interesante. Puede parecer una teoría conspiratoria, y en parte lo es. El faraón del Éxodo sería Amenhotep II, pero este en realidad son dos personas, Amenhotep IIA que murió persiguiendo a los israelitas, y Amenhotep IIB que sustituyó a su predecesor de forma encubierta sin que la transición fuera evidente al pueblo, más que nada para ocultar la vergonzosa muerte del faraón persiguiendo a los esclavos israelitas. ¿Pero en qué se basa esta hipótesis? No voy a entrar aquí en todos los detalles, pero principalmente se trata de inscripciones (por una parte las estelas de Amada y Elefantina del Año 3, y por otra la estela de Memfis del Año 7) relatando dos distintas campañas militares del faraón, identificándolas (las dos) como su “primera campaña victoriosa”.  

Suena algo rebuscado, y existen otras explicaciones para el problema, pero si a esto le añadimos la cronología bíblica, la evidencia arqueológica en Canáan, la Estela de Merneptah que ya en el 1210 a.C. menciona a los israelitas como un pueblo establecido en la zona, y los habiru de las Cartas de Amarna del siglo XIV a.C. que podrían identificarse con los hebreos, entonces tenemos en la fecha tradicional del Éxodo una interpretación bastante completa.

Moisés rompiendo las tablas de la Ley. Grabado de Gustave Doré (1866).

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